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Durante los últimos veinticinco años del siglo XX, los pueblos indígenas itinerantes de Venezuela pasaron, con una frecuencia creciente, a formar parte de asentamientos permanentes. Este artículo, utilizando una sola aldea como estudio de caso, identificó los cambios asociados con el nuevo estilo de vida sedentario. Aunque se ganó en algunos aspectos - escuelas, servicios médicos, mercados y electricidad - se perdió en muchos otros: deforestación, escasez de plantas y animales comestibles, fuegos más frecuentes, disminución de la diversidad de las especies alimenticias sembradas e incremento de las necesidades de mano de obra para la agricultura. Algunos efectos eran multifacéticos, por ejemplo la nutrición de las personas se deterioraba no sólo debido a la disminución de la disponibilidad de frutas silvestres y carne de animales salvajes, sino también porque los nuevos mercados implicaban que era mejor vender que consumir los productos recolectados.